jueves, 26 de abril de 2012

Alta Gracia, C-Castagna



Alta Gracia
C. Castagna (Diego Fernández)
Editorial Pánico el Pánico, 2012
58 Páginas / $40

Contar la felicidad

¿Se puede escribir la armonía de las relaciones humanas? Sí, claro, obviamente que se puede. Se puede escribir la armonía, la paz, el amor, y cualquier cosa que se nos ocurra. Pero, ¿cuánto atractivo tiene leer la felicidad sin conflictos? C-Castagna (1975) le dedicó sólo cinco páginas a una historia así. Al amor profundo de la amistad. Cinco páginas que dan inicio a su primer libro de cuentos, Alta Gracia, y que enseguida, sin dar tregua, degenera en una serie de encuentros que retoman relaciones conflictivas.
Alta Gracia es su primer libro, tiene cincuenta y ocho páginas, vale cuarenta mangos,  y hace un recorrido fraccionado en seis cuentos, que a priori podrían leerse como distintos y desarticulados, pero que no lo están. En cada historia Castagna te hace pasar por algún tipos de interacción humana, dejando al descubierto su intención de investigar todas, y cada una. Las relaciones van de la más serena convivencia de cuatro amigas en el Tigre, a la más violenta separación de una pareja que, a modo de Apocalipsis, cierra el libro. En el medio hay de todo: contactos pasajeros, sexo repentino, novios que ni se tocan, engaños, amor sincero, drogas, mamadas y bastante rock & roll. Por momentos hacés cálculos, a ver qué relaciones le faltan narrar, y no encontrás tantas.
Las historias llegan a su punto más álgido en la mitad, donde una banda de minitas, “Bárbara y Greta”, seducen a dos tipos para conseguir dinero, o donde un narrador desprevenido transforma el malentendido de una cita frustrada, en la noche que termina bautizando al libro.
Castagna usa con inteligencia humor irónico y el recurso del anti héroe. Sus cuentos no avanzan con la velocidad del verbo que habilita la acción directa, sino más bien como pasos de astronauta en una atmósfera sin gravedad. Uno podría imaginarlo como al flâneur de Baudelaire: un tipo que va paseando a su tortuga por las calles parisinas, atada ella con un hilito al cuello, para obligarlo a avanzar despacio, a observar con detenimiento las vidrieras que se abren ante sus ojos. Castagna inventa la realidad al verla, y se va metiendo de a poco en lo más complicado de narrar: la subjetividad humana. Y lo hace con agudeza. No entra en diálogos, ni sobrecarga con explicaciones. En lugar de eso va dejando hendijas por los bordes de los cuentos, para que ingrese la materia sensible sin volverse cursilería.
Lágrimas.
Espuma.
Agua.
Mares.
Lluvias.
Filtraciones.
Piletas.
Huracanes.
Mocos.
Tormentas.
Vómitos y goteras.
Podría decirse que Alta gracia es un libro sobre el presente puro en su incesante devenir. Un libro de lo que entra por los sentidos. “El presente ahora es esto”, dice el narrador en Tres bocas. Como si el presente no existiera en tanto instancia espacio-temporal sino como un encontronazo de percepciones que un sujeto es capaz de vivir.
Por último hay que pasar resaltador sobre las referencias literarias y musicales que dan cuenta de la época y de sus influencias.
Jazz antiguo.
Bandas de rock.
Voces en inglés.
Lanza perfume de Rita Lee.
Orbitando de Los Encargados, y La invención de Morel de Bioy Casares.
Posibles entradas a la atmósfera de Alta Gracia y al universo de Pánico el pánico. Una editorial que no deja de abrir puertas a voces nuevas, y que no se equivoca al elegirlas.


No hay comentarios: