Alta Gracia
C. Castagna (Diego Fernández)
Editorial Pánico el Pánico, 2012
58 Páginas / $40
Contar la felicidad
¿Se puede escribir la
armonía de las relaciones humanas? Sí, claro, obviamente que se puede. Se puede
escribir la armonía, la paz, el amor, y cualquier cosa que se nos ocurra. Pero,
¿cuánto atractivo tiene leer la felicidad sin conflictos? C-Castagna (1975) le
dedicó sólo cinco páginas a una historia así. Al amor profundo de la amistad.
Cinco páginas que dan inicio a su primer libro de cuentos, Alta Gracia, y que enseguida, sin dar tregua, degenera en una serie
de encuentros que retoman relaciones conflictivas.
Alta Gracia es su primer
libro, tiene cincuenta y ocho páginas, vale cuarenta mangos, y hace un recorrido fraccionado en seis
cuentos, que a priori podrían leerse como distintos y desarticulados, pero que
no lo están. En cada historia Castagna te hace pasar por algún tipos de
interacción humana, dejando al descubierto su intención de investigar todas, y
cada una. Las relaciones van de la más serena convivencia de cuatro amigas en
el Tigre, a la más violenta separación de una pareja que, a modo de
Apocalipsis, cierra el libro. En el medio hay de todo: contactos pasajeros,
sexo repentino, novios que ni se tocan, engaños, amor sincero, drogas, mamadas
y bastante rock & roll. Por momentos hacés cálculos, a ver qué relaciones
le faltan narrar, y no encontrás tantas.
Las historias llegan a su
punto más álgido en la mitad, donde una banda de minitas, “Bárbara y Greta”,
seducen a dos tipos para conseguir dinero, o donde un narrador desprevenido
transforma el malentendido de una cita frustrada, en la noche que termina
bautizando al libro.
Castagna usa con
inteligencia humor irónico y el recurso del anti héroe. Sus cuentos no avanzan
con la velocidad del verbo que habilita la acción directa, sino más bien como
pasos de astronauta en una atmósfera sin gravedad. Uno podría imaginarlo como
al flâneur de Baudelaire: un tipo que va paseando a su tortuga por las
calles parisinas, atada ella con un hilito al cuello, para obligarlo a avanzar
despacio, a observar con detenimiento las vidrieras que se abren ante sus ojos.
Castagna inventa la realidad al verla, y se va metiendo de a poco en lo más
complicado de narrar: la subjetividad humana. Y lo hace con agudeza. No entra
en diálogos, ni sobrecarga con explicaciones. En lugar de eso va dejando
hendijas por los bordes de los cuentos, para que ingrese la materia sensible
sin volverse cursilería.
Lágrimas.
Espuma.
Agua.
Mares.
Lluvias.
Filtraciones.
Piletas.
Huracanes.
Mocos.
Tormentas.
Vómitos y goteras.
Podría decirse que Alta
gracia es un libro sobre el presente puro en su incesante devenir. Un libro
de lo que entra por los sentidos. “El presente ahora es esto”, dice el
narrador en Tres bocas. Como si el presente no existiera en tanto
instancia espacio-temporal sino como un encontronazo de percepciones que un
sujeto es capaz de vivir.
Por último hay que pasar
resaltador sobre las referencias literarias y musicales que dan cuenta de la
época y de sus influencias.
Jazz antiguo.
Bandas de rock.
Voces en inglés.
Lanza perfume de Rita Lee.
Orbitando de Los Encargados, y La
invención de Morel de Bioy Casares.
Posibles entradas a la
atmósfera de Alta Gracia y al
universo de Pánico el pánico. Una editorial que no deja de abrir puertas a
voces nuevas, y que no se equivoca al elegirlas.